La inteligencia de Loki y su poder superaban al de muchos dioses. También su astucia, que le sirvió en multitud de ocasiones tanto para conducirles hacia un destino fatal como para colmarles de valiosos regalos.
Odín recibió de Loki tanto su lanza Gungnir como su caballo Sleipnir. La primera era un arma mortífera, que jamás se desviaba de un objetivo. Sleipnir (resbaladizo) era un caballo de ocho patas capaz de recorrer a grandiosa velocidad la tierra, los mares y el aire. E incluso atravesar Hel (la tierra de los muertos) regresando de ella con vida.
El enano Brokk le dió a Odín el anillo, del que saldrían otros ocho exactamente iguales cada nueve días.
El enano Brokk le dió a Odín el anillo, del que saldrían otros ocho exactamente iguales cada nueve días.
Frey también recibió de Loki una de sus más preciadas pertenencias, el barco Skíðblaðnir. La construyeron los Hijos de Ivaldi, enanos que también fabricaron la lanza de Odín. Estos herreros dotaron a Skíðblaðnir con el poder de navegar tanto por tierra como por mar, siempre con viento favorable. Su tamaño era variable, siendo capaz de reducirse hasta caber en un bolsillo, y su capacidad tanta como para transportar a todos los dioses, sus caballos y pertenencias.
Para ser perdonado por Thor, Loki le regaló una de las más mortíferas armas de los Aesir: su martillo Mjölnir, gracias a él, durante muchos años el equilibrio cósmico pudo continuar. Thor mantenía a raya a los gigantes, a quienes mataba con frecuencia gracias al poder de su martillo, capaz de cambiar de tamaño y volver siempre a su propietario cuando era lanzado. Entre los otros dones del martillo, estaban su capacidad para hacer temblar montañas y generar tormentas.